lunes, 14 de septiembre de 2020

Polifemo renunciando a Galatea

Fue Abril

cayendo  jugosamente entre mis placeres de sodomita entregado

junto a las manchas que delataban esa frenética obsesión

de chiquillo enfermo, arruinado, un suicida templado

del ardor que causabas cuando me obedecías

estirándote, moviéndote agachada, mordiendo las paredes

de un hotel desquiciadamente inhabitable

donde pude ver tu cicatriz al voltearte, con la forma de todos los cíclopes

arrechos que entraron en ti

para luego mostrar su falo ebrios por el morbo sagrado

y decir que fuiste un cache más, mientras tú creías que iban enserio.

Qué chucha escribir sobre eso,

te pregunté cuántos fueron y me odiaste.

Yo, el enloquecido, el que se tocaba después de clases para recordarte

cuando no teníamos la culpa de que la sangre no pueda lamerse

sin sentir asco.

¿Ahora, en quién te has convertido?

A quien le enseñas los senos incentivando que se venga después de ti.

Revolcándonos entre los corredores secretos de esa universidad

a la cual hoy no quiero volver porque ahí nos emborrachamos

y dimos de beber a los perros, creímos que estábamos domesticando el averno.

No jodas con eso, decías. Porque yo no sabía cómo vaciarme a fuera

sin sentir lástima por todas las criaturas que abortábamos sobre el gras.

Te fascinaba alucinar mientras seguías lubricando despacio

que algún día alguien te dedicaría versos sucios escritos

en los espejos rotos de los baños.

Pero nadie más que yo lo hizo, por eso que me abrías las piernas complacida

y el semen caía sobre nosotros como una garúa infinita.

Yo prefería quedarme masajeándote el clítoris

antes que regresar a casa,

chuparte los pezones o exhalar humo en tu cuello,

eso antes de volver a mirar porno a solas.

Ya no, contigo era lo que tanto había alucinado con las hormonas.

Contigo el arte era llegar al orgasmo sin sentirla flácida después.

Y ahora, dónde estás, quién ese ese tipo con el que te grabas

a quien le pides que te escriba versos sucios en los espejos

rotos de los baños.

Quien te somete a experimentar cuánto tiempo puedes estar

sin romperte los huesos en una posición nueva.

Pero ya no importa, si entre las cicatrices que tienes atrás

cuando él te voltea, ahí, frenéticamente excitado.

escribí, mi mejor poema.


Eduardo Saldaña - Una muerte no es suficiente

Eduardo Saldaña nació en Trujillo en 1995. Estudia Lengua Nacional y Literatura en la Universidad Nacional de Trujillo. En el 2017 obtuvo el primer puesto, moción poesía organizado por la Facultad de Educación y Ciencias de la comunicación, de la UNT. En el 2019 ocupó el primer puesto de los juegos florales organizado por la misma universidad. Ha publicado las plaquetas: LA COMEDIA INÚTIL bajo la Editorial PALOMA AJENA y CARTOGRAFÍA DEL DESASTRE con NIÑO CANÍBAL. Algunos textos suyos aparecen en las revistas Molok y Verboser. Actualmente trabaja en su primer libro de cuentos.